Llevo tiempo ya pensando en esta cuestión. Desde que era pequeño y empecé con este deporte del balón naranja, siempre he tenido esta disyuntiva que me hacía una y otra vez. Defenderme de quienes me criticaban mi manera de afrontar la competición.
Aquí debemos trabajar más en exteriorizar más nuestros sentimientos y vigilar en mostrar únicamente el lado positivo de las cosas. ¿Hemos jugado bien? Estupendo. Sigamos así. Sigue aprendiendo. Seguro que ganaremos muchos partidos y disfrutaremos jugando bien. Seguro que al final, tendremos nuestra recompensa.
Yo nunca he dado mucha importancia a los resultados finales mientras competía. Eso si, una vez finalizado el partido, me gustaba ser el que estaba por encima en el marcador.
Siempre es una satisfacción para uno haber conseguido que tu esfuerzo tenga su recompensa. Ya sea esta por la diversión del haber jugado a tu deporte favorito o por el haber conseguido el objetivo del deporte en sí. Ganar. Muchas veces podremos conseguir los dos objetivos y saldremos encantados con nosotros mismos. Muchas otras, saldremos simplemente contentos aunque no hayamos ganado el partido. Sólo entiendo que cualquier jugador pueda salir triste de un partido. Si este no ha sido capaz de darlo todo y su actuación ha sido gris. En este caso, personalmente me enfadaba conmigo mismo. Intentaba durante toda la semana siguiente visualizar mi actuación, ver los errores cometidos y cuestionarme sobre mi pobre acutación. Pero nunca me acabé enfadando con mis compañeros, mi entrenador o quien me animaba. Nunca acabé un partido sin intentar dar la enhorabuena al equipo ganador. Nunca debería nadie enfadarse por no ganar un partido y menos un entrenador.
En algunas ocasaiones veo entrenadores (con y sin canas) muy enfadados por haber perdido el partido de uno o dos puntos. "¿Pero qué tal han jugado?" , le pregunto yo. "No sé; pero al final no han sido capaces de ganar". Me dice el contrariado entrenador. Estas situaciones también se dan con los jugadores. Jugadores que seguramente hayan visto la frustración de no ganar en sus entrenadores e imiten su comportamiento. Recordemos que los entrenadores somos una especie de espejo donde nuestros chavales se miran continuamente.
¿Hemos jugado mal? Vale. Pues vamos a estudiar qué hemos hecho mal y corregirlo en los entrenamientos. Vamos a ser positivos. Hagamosle ver al jugador dónde puede mejorar. En qué situaciones debería hacer tal o tal cosa para sacar ventaja y hacer que el equipo se aproveche en su juego colectivo.
¿Competir tiene como última consecuencia ganar? Pues después de lo dicho anteriormente, debería decir que no. Que lo bonito es participar, aprender y divertirse. Pero si lo pensamos bien ¿para qué competimos? Para superarnos individual y colectivamente. Para mejorar en el juego día a día. Para demostrarnos que podemos hacerlo. En definitiva, para ganar.