Hace tiempo alguien me dijo que nuestro club iba a ser un gran club porque teníamos una gran cantera. Nuestro barrio era joven y estaba plagado de silletas de bebé. Esas silletas se convertirían en triciclos y los triciclos en bicicletas. A los dueños de esas bicicletas habría que darles alguna alternativa de ocio y el baloncesto era una muy buena idea para Mendillorri.
Bien. La teoría era perfectamente válida y de hecho, es lo que ha sucedido. Muchos niños se apuntan cada año a las diversas actividades que ofrecemos en el barrio. Pero ¿a qué se refería con "un gran club"? ¿Un club con muchas fichas? ¿Un club con muchos trofeos?
La primera idea fue que ya que eramos un club pequeño de barrio, no debíamos tener grandes pretensiones. De hecho, es fue nuestra máxima desde entonces. Ser un club de barrio donde nuestra única pretensión sería que todos los chicos y chicas del barrio pudieran practicar el baloncesto sin salir del mismo. Y creo que lo hemos conseguido. Como decía mi abuela: "Hijo mío, no te salgas nunca del camino. No vaya a ser que descubras nuevas rutas".
No es que no queramos descubrir nuevos mundos, nuevas experiencias, pero lo que no queremos es olvidarnos de esa máxima. Que nacimos como club de barrio y como tal seguiremos. Las "grandes experiencias" las dejamos para otros más aventureros.
Lo que no teníamos tan claro en un principio era hasta cuándo ibamos a poder aguantar. ¿Seríamos capaces de saber gestionar a más de 40 o 50 chavales? ¿Hasta qué edad podríamos ofrecer la actividad? ¿De dónde ibamos a sacar entrenadores para la avalancha de chavales que se nos venía encima? La verdad es que algo de vertigo sí que nos entró. Pero poco a poco fuimos creciendo y aprendiendo a hacer las cosas.
A lo largo de estos años hemos aprendido que las soluciones llegan conforme los problemas van surgiendo.
Nuestro principal problema era la formación. No teníamos cantera en categorías superiores que pudieran seguir formando a los más pequeños. Pero la solución surgió nuevamente del propio barrio. Los chavales y chavalas (sobre todo chavalas) mayores que en su día tuvieron que "emigrar" a otros clubs, ahora tenían la posibilidad de entrenar en su propio barrio y ellos mismos se fueron ofreciendo. Esto, añadido a que también se nos ofrecen entrenadores amigos de entrenadores del club, hace que el problema de la formación, cada año se vaya solventando casi solo.
No nos tenemos que olvidar de nuestros nuevos amigos de Egüés. Nos han ayudado mucho desde que nos conocemos y siempre han estado ahí cuando les hemos pedido gente para entrenar a nuestros equipos.
Y por último, en esto de los entrenadores, siempre seguimos queriendo echar mano de los padres y madres del barrio. Es otro de nuestros grandes pilares. Siempre seguiremos necesitando, sobre todo para la escuela de baloncesto, de padres y madres que estén ahí y que a la vez que les van introduciendo a nuestros hijos en esto del baloncesto, les eduquen en valores que les servirá tanto para la práctica del deporte como de la vida misma. Quién mejor que nuestros padres para esta labor.
Hay más asuntos en los que vamos aprendiendo con el paso del tiempo y la experiencia, poca pero intensa, que vamos adquiriendo. El uso de las instalaciones deportivas del barrio, la financiación, equipaciones, colaboración con otros clubs...
Pero de todo esto hablaremos en otro capítulo de la "Vida y Milagros del CBMST".